De cara al 8 de marzo, charlamos con diferentes mujeres trabajadoras de la cultura argentina, quienes respondieron sobre sus inspiradoras, sus roles, el machismo en su trabajo y la disparidad de género dentro del campo cultural.
Maria Soledad Rebelles, cuentacuentos, realiza actividades en el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers y en su comunidad
Creo que la cultura es un espacio que aúna desde un lugar que va más allá del género. Cantar, bailar, contar, actuar... no siento que haya espacios femeninos o masculinos en eso. Más bien es algo que nos encuentra desde lugares y pensamientos que bucean profundidades expresivas. Creo que la pasión es la clave. En lo personal, encuentro un disfrute enorme al compartir textos de escritoras y escritores argentinos, al narrar esas historias comparto, de alguna manera, la visión de cada uno de ellos y esta es la forma de inspirar que siento: compartir la poética de la palabra.
Ahora que repaso mentalmente mi repertorio, veo que la mayor parte de los textos que elijo narrar son de autoras mujeres. Casi todas argentinas. Nombro algunas: María Elena Walsh inspira en mí el desparpajo, le da rienda suelta a mi alborotada forma de ser, así, un poco... chipitiriflaútica. Laura Devetach y María Cristina Ramos llevan de la mano a la “Sole niña” que acerca el oído al hormiguero, que observa la naturaleza en sus detalles “pequeños”, me ayudan a nombrarla poéticamente. Iris Rivera me inspira a buscar en las personas esas historias recónditas que se encuentran interesándose por el que está al lado. Estas mujeres -junto a otras- “me cuentan”, dicen con sus palabras, las cosas que yo pienso. Es un honor prestarles mi voz. Soy una mujer inspirada.
No siento que el machismo afecte especialmente a la narración oral. Más bien pienso en esto: hay un imaginario popular que ubica a la mujer -abuela, madre- contando cuentos a los niños. Culturalmente, que la mujer cuente cuentos, es lo previsible. Ahora bien, me interesa destacar que la narración oral escénica es una actividad artística que debe ser tenida en cuenta como tal. Profesionalizarla, con el grado de compromiso que requiere por parte del artista y con el respeto que merece de parte del público. No es “un cuentito” lo que hacemos, es el producto de un intenso trabajo de búsqueda de repertorio, ensayos y desafíos para lograr el resultado esperado.
En el ámbito pequeño en el que me muevo no he sentido disparidad de género. Siempre me he visto motivada e incentivada por mis compañeros varones. En las instancias de capacitación participamos tanto hombres como mujeres. Es común que hagamos proyectos juntos y compartamos escenarios. Siento que, al menos en mi entorno, es productivo el compartir.
Nota publicada el dia 6 de marzo de 2018 en la página del Ministerio de Cultura de la Nación
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